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Miki Dora fue un icono de la contracultura surf antes de la explosión comercial de este deporte en la California de los 60
Todos los adjetivos posibles cabrían en la personalidad de Miki Dora. Todos los que le resumen en uno solo: un enfant terrible. Casi tantos como apodos recibió en su vida: “Rey de Malibú”, “El Caballero Negro”, “Da Cat”, “El Gitano”, “Kung Bu”, “Fiasco Kid”, “El Tlacuache” (del náhuatl – ‘El pequeño que come fuego’) o “El Gato”. No dejaba indiferente a nadie: por lo bueno y por lo malo.
Miklos S. Dora III (11/8/1934, Budapest) se convirtió en Mickey Chapin Dora cuando su madre Ramona se separó de Miklos Dora II y se unió al gran surfista Gard Chapin que supo reconocer en el joven Miki las posibilidades de las modificaciones en las pintails (cola de tabla de surf) funcionarían. Chapin era un obsesionado con el diseño de las tablas y transmitió esa pasión a un joven Miki, ávido de ese estilo de vida.
No se le conoce un trabajo estable aunque a principios de los años 60, la proximidad de Malibú con la meca del cine, hizo que protagonizara varias películas de playa-surf-chicas o hiciera de doble para otros actores. Lo podemos ver en Muscle Beach Party de 1964, Bikini Beach también de 1964, How to Stuff a Wild Bikini (1965), Beach Blanket Bingo (1965) y Ski Party (1965). Finalmente, apareció como Miki Dora en Surfers: The Movie (1990) de Bill Delaney.
Miki Dora popularizó la tabla Longboard y renegó de la Shortboard y de sus practicantes
La obsesión por tener la mejor tabla de surf le llevaron a ponerse en contacto con diseñadores industriales de toda California. Se reunió con fabricantes, madereros y hasta visitó el estudio del matrimonio Charles y Ray Eames, excelentes arquitectos y brillantes diseñadores de mobiliario.
En 1966 mejoró y adaptó a su tiempo la tabla Longboard de Duke Kahanamoku, un nadador olímpico hawaiano que había introducido el surf en la costa californiana. De creación exclusiva para Dora y que diseñó con Greg Noll, cambió la madera maciza por madera de balsa y la llamaron la Greg Noll Da Cat. En ella, surfear las olas era un acto de relajación: se dedicaba a caminar sobre ella de una punta a otra mientras aguantaba el equilibrio. Se convirtió en la tabla más vendida de la historia y, 25 años después, se volvió a relanzar. Noll cuenta que, al principio, fabricaron 250 tablas vendiendo cada una por 1.000 $. Algunas personas creyeron que era un precio excesivo pero luego la pusieron sobre los 2.000 $ y seguían vendiendo. Las últimas 15 o 20 las acabaron vendiendo por 3.000 $.
Las revistas y fanzines de surf llamaban a Miki Dora “The angry young man of surfing” (“El joven enfadado del surf”)
Pero la introducción de la tabla corta, permitió a los surfistas hacer giros más cerrados, maniobras más rápidas y alcanzar velocidades más rápidas, cambiando así radicalmente la forma en que la gente surfeaba. Esta "revolución de las tablas cortas" casi hizo que las tablas largas quedaran obsoletas y Dora empezó a polemizar con otros surfistas.
Enseñando el culo a los jueces
Dora se dio cuenta que aquello se iba de madre. Él, que había vivido de ese estilo la década de los 50, ahora repudiaba las playas abarrotadas de jóvenes que solo querían hacer surf para aparentar o ligar con las chicas. Jóvenes que no entendían el surf como él lo entendía. Empezó a detestar los certámenes y concursos y declaró que los jueces ejercían un control “fascista” en las playas.
Miki Dora apartaba a otros surfistas si aparecían en su camino
En el Malibú Invitational Surf Classic de 1967, compitiendo por última vez, cogió una ola, se irguió sobre la tabla con delicadeza, recortó, y al pasar por delante de los jueces, se bajó el bañador y enseñó su trasero al público y a los jueces allí presentes. Dora no pudo soportar lo que estaba pasando en las playas a mediados de los 70. Acercándose a la cuarentena dejó Estados Unidos y se dedicó a viajar por el mundo. Se autoimpuso un exilio, vivió en Francia y estuvo unos años en Suráfrica, Australia y el Pacífico Sur, siempre con la mente puesta en coger la mejor ola. Su mundo se había desmoronado.
Dora se fotografió con sus tablas a modo de cruz para denunciar el poder que la industria estaba haciendo del surf
Aunque parece que no solamente se había desencantado del mundo del surf californiano sino que había otras razones de peso para abandonar el país. En 1981 regresó a Estados Unidos desde Francia y el FBI lo estaba esperando. Lo detuvieron por violar su libertad condicional al abandonar EE.UU. en 1975 después de declararse culpable de emitir un cheque sin fondos por la compra de equipos de esquí. Mientras cumplía condena por eso, fue sentenciado a seis meses en una prisión federal después de que un jurado de Denver lo encontró culpable de fraude con tarjetas de crédito en 1982.
A Miki Dora también se le acusó de ser racista ya que dijo que se encontraba a gusto con el apartheid cuando estuvo en Suráfrica
El surf y la sociedad siguieron su curso dejando a Dora al margen. Unos márgenes donde Miki se encontraba a gusto y que propiciaba con su actitud.
Miki Dora falleció el 3 de enero de 2002 a los 67 años de edad en casa de su padre, en Montecito, California, después de una batalla de seis meses contra un cáncer de páncreas.
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